Entre los géneros de plantas autóctonos del trópico se halla el Tibouchina. Se distinguen por ser árboles arbustivos o subarbustivo, pertenecientes a la familia de las Melastomataceaes. Su tamaño varía entre los 0,5 hasta los 25 metros de altura. Se han popularizado bajo el mote de “arbustos o árboles de la gloria”. Se les puede encontrar en las regiones selváticas de Sudamérica, el Caribe y México. También tienen gran presencia en las tierras brasileñas.
Un rasgo distintivo de sus flores, es que pueden ser de ambos sexos (autogamia) o unisexuales (xenogamia). En el segundo caso son polinizadas por los escarabajos. Hasta el momento se han descrito más de 330 variedades, pero se reconocen menos de 150.
Características de la Tibouchina
La tibouchina sobresale por su naturaleza perenne. En su hábitat natural no será difícil encontrar ejemplares que ronden los cuatro o cinco metros de altura. En cambio, en tiestos o pisos con esfuerzo llegarán a 1.20 metros de alto. Posee tallos parcialmente leñosos. Sus folios son grandes, ovalados, de un tono esmeralda. En su haz superior son más oscuros que en su reverso, ambas caras poseen pelos ásperos. Tiene un porte firme, y desarrolla escasas ramificaciones. Su floración atrae todas las miradas, por sus hermosos colores.
La variedad semidecandra se desarrolla en suelos brasileños. Es la más popular del género. Sus flores crecen en la punta de sus ramas. Cuentan con cinco pétalos y 10 estambres purpúreos. El tiempo de floración coincide con el verano-otoño.
Cuidados
Por ser un género tropical, la tibouchina agradece las temperaturas cálidas cercanas a los 24ºC. Se ve muy afectada si éstas disminuyen a los 10 u 8ºC. Una ubicación luminosa será estupenda para ella, pero cuidando que los rayos UV no tengan incidencia directa.
Los riegos se hacen de forma regular en fechas primaverales y veraniegas, para que no se reseque la tierra, pero sin llegar al extremo de provocar encharcamientos. Por otro lado, en otoño-invierno se reduce la cantidad de agua, vigilando que la tierra permanezca sutilmente húmeda. Se recomienda colocar tutores o soportes para que crezca erguida.
Los trasplantes de la tibouchina se realizan anualmente, siempre entre finales del invierno o a comienzos de la primavera. Para ello se emplea una tierra fecunda con arenilla gruesa y turba. Así se asegura un buen drenaje. Lo aconsejable es ajustarla al tamaño de la maceta y proporcionarle un abono rico en potasio, hierro, cobre, fósforo, zinc, nitrógeno, boro, manganeso y molibdeno, ya que al combinar macroelementos y microelementos la planta crecerá de forma óptima.
Si está expuesta a fuertes heladas, las hojas de la tibouchina se quemarán. Sin embargo, brotarán nuevamente en primavera. Lo mejor será realizar el podado tras la floración, aunque también puede hacer a inicios de la primavera, cuando esté por terminar su descanso vegetativo. Gracias a esto emanará un aroma más potente.
¿Cómo se reproduce la tibouchina?
El método para su reproducción es mediante esquejes o separación de plantas. Debe hacerse en primavera o verano. Con ayuda de un cuchillo esterilizado se corta debajo de un nudo de la planta matriz en diagonal. El cuchillo deberá estar amolado y limpio, de lo contrario se deshilachará la planta siendo muy perjudicial. Luego se quitan los folios que estén en la parte inferior. Se recomienda rociar en el área del corte hormonas que promuevan el desarrollo de rizomas.
Los esquejes se siembran en un mantillo conformado por arenilla gruesa y turba, en una proporción de 50-50. El tiesto con el esqueje de la tibouchina se pondrá en un área con máximo 24ºC y cubierta con un plástico traslúcido. Este plástico mantendrá estables los niveles de calidez y humedad. Para que el plástico no aplaste a la planta, se pueden ubicar ayudantes. A diario se renovará esta cobertura, revisando que la tierra esté humedecida. Al transcurrir 30 días se apreciarán las primeras raíces. El síntoma más notorio será la aparición de nuevos brotes.
Enfermedades y plagas que la afectan
Algunos ejemplares de tibouchina empiezan a perder sus hojas sin un motivo claro. Cuando esto ocurre hay que considerar si se están cubriendo los requerimientos de la planta. Cualquier alteración en la temperatura, riego o sustrato puede provocar la caída de sus folios.
Quizás la temperatura ha subido o se le cambió de lugar a uno donde los rayos solares la impactan demasiado. Al corregir estos detalles, la planta empezará a recuperarse. Otro problema recurrente es que la floración parezca nunca llegar. El origen de esta enfermedad también se asocia con un desacato o desorden de cultivo.
Acá la escasez de luz jugará un papel crucial que evita la floración. Con cambiarla de sitio será suficiente. Si aparecen motas pajizas-pardas o las flores se tornan amarillas habrá que revisar, porque posiblemente está bajo el ataque de la araña roja. Las delicadas telarañas que deja este ácaro sacarán de dudas a cualquiera.
Para erradicar a esta plaga se mantiene humedecido el terreno con pulverizaciones regulares. La humedad la ahuyentará en el grueso de casos, sino funciona hay que apelar a pesticidas puntuales.
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