Es un árbol frutal de gran valor ornamental. Hay plantaciones de tamarindo en varios países tropicales, y en muchos de ellos crece de manera silvestre. Como puntos de origen se mencionan África Tropical y la India. Su nombre científico es Tamarindus Indica, y pertenece a la familia Leguminosae.
Características del tamarindo
Su crecimiento es lento, pero en su máximo desarrollo puede alcanzar una altura de 24 a 30 metros (m.), con una amplitud de 12 m. y una circunferencia de 7,5 m.
Las ramas del tamarindo son fuertes y flexibles, por lo que son resistentes al viento. El follaje es plumoso y se conforma de unas hojas pinnadas que miden de 3 a 6 pulgadas. Son finas y brillantes, y se componen a su vez de diminutas hojuelas alargadas, que se doblan y cierran durante la noche. Sus flores son de cinco pétalos y de color rosa.
La corteza se distingue por su tonalidad grisácea y su aspecto resquebrajado.
El fruto del tamarindo
Lo más curioso del fruto del tamarindo es su forma. Es una especie de vaina, parecida a la de los frijoles, con apariencia irregular, curva y abultada. Algunos lo comparan con un pequeño saco.
Sus dimensiones oscilan entre 2 y 7 pulgadas de largo, y 4 de diámetro. Crece colgando en las ramas nuevas. Es marrón, y al nacer muestra una piel suave, y una pulpa verde y ácida. A medida que va madurando, esa masa va adquiriendo dulzor y jugosidad, hasta convertirse en una suerte de pasta pegajosa, con unos hilos fibrosos. La cáscara se torna quebradiza, y las semillas van adquiriendo mayor dureza.
Por lo general, la vaina del tamarindo madura 10 meses después de la floración. Se compone de 2 a 10 semillas, que permanecen envueltas en una capa protectora.
El árbol se reproduce por semilla y echa sus primeros frutos luego de siete y 12 años. Es productivo hasta los 40 o 60 años.
Las sustancias azucaradas del tamarindo componen del 20% al 30% de la fruta. El resto son ácidos orgánicos (18%), agua (25%) y sales minerales como potasio, hierro y fósforo. También contiene fibra, carbohidratos y flavonoides, entre otros.
Para un buen cultivo
Las áreas cálidas son más favorecedores para el tamarindo. Cuando son jóvenes, son más susceptibles al frío, y será necesario resguardarlas con más recelo.
En cuestión de suelos, “prefiere” las tierras profundas, con buen drenaje y pH neutro, entre 6,5 y 7,5. Esto no quiere decir que el árbol no sea capaz de adaptarse a terrenos con otro tipo de características. Al contrario, se acopla muy bien a la mayoría, pero un suelo de ese tipo beneficiará aun más su desarrollo.
Lo fundamental para su cultivo, es proporcionar abundante agua, principalmente en verano, para evitar la resequedad.
El abono es otro factor de gran importancia. Con frecuencia requiere de la colocación de compuestos ricos en nitrógeno y fósforo, especialmente cuando surgen cambios anormales. Lo conveniente es una mezcla con 50 gramos de casa componente, durante los primeros cuatro años de crecimiento. Al finalizar el invierno, antes de floración, se le puede proporcionar materia orgánica descompuesta para prevenir enfermedades.
Reproducción, trasplante y poda del tamarindo
Como observará, el tamarindo es poco exigente en cuanto a cuidados, lo cual es muy positivo. Lo mejor que tiene, es la facilidad de reproducción, que puede ser mediante semillas o por injerto.
Con un sustrato arenoso y un alto índice de humedad, se puede preparar un buen semillero para promover la germinación del tamarindo. El proceso durará entre ocho y diez días. Cuando la planta haya alcanzado cinco centímetros, se puede trasplantar a otra vasija. A este procedimiento se le denomina y repicado y consiste, básicamente, en pasar la planta a un matero con alveolos más grandes o pequeños tiestos, cuidando de no maltratar las raíces. Esto se hace para fortalecer el tanto radicular y foliar la planta, controlar la altura de los tallos y seleccionar las plantas mejor germinadas para la siembra final.
Con el paso del tiempo, será prudente ir eliminando las ramas secas y cruzadas para proporcionar un mayor flujo de aire, prevenir las patologías y favorecer la producción.
Propiedades curativas del tamarindo
El tamarindo, como muchas otras plantas o frutas, tiene beneficios medicinales. Los especialistas aseguran que es ideal para el tratamiento y prevención de cálculos renales e infecciones urinarias, por la acción diurética que le proporciona los altos niveles de potasio. Lo recomendable para esto, es ingerir el jugo o comer el tamarindo al natural.
Las personas que padecen de estreñimiento y problemas de digestión pueden incluir el tamarindo en su dieta, puesto que trata de un alimento con propiedades depurativas. Esto lo hace ser útil también, para los individuos que quieren seguir un plan riguroso de control de peso.
Pero no solo la pulpa es del tamarindo es sana. Con las hojas se pueden preparar tés o infusiones que regulan la proliferación de parásitos intestinales.
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