La tenencia de tierra ha planteado numerosos conflictos de productividad a lo largo de los años. Sin embargo, se dice que el latifundio destaca como uno de los más perjudiciales, especialmente para el trabajador. Este mecanismo hace referencia a una gran extensión de suelo con un rendimiento bastante inferior del que se puede permitir.
Esta explotación agraria suele ser de talante privado, con poca capitalización y escasa mano de obra. En cuanto a las dimensiones que debe tener un terreno para ser considerado un latifundio, estas pueden variar dependiendo de la región o la cultura.
Latifundio es un término con alta carga peyorativa, que suele relacionarse al uso inadecuado o ineficiente del suelo, con propietarios más interesados en acumular grandes cantidades, que por producir. A estas personas se les conoce como “latifundistas” y, al menos en América Latina, suelen ser aquellos herederos de grandes terratenientes de la época colonial.
Etimología e historia
Latifundio es un vocablo proveniente del latín Latifundium, formado por “latus” y “fundus”. Los cuales hacían referencia, en tiempos pasados, a una amplia extensión, que servía de base para algo. Esta última palabra, “fundus”, está vinculada a “fondos”, es decir, lo económico o la acumulación de propiedades.
Las primeras menciones sobre latifundios se dieron durante el Imperio Romano, época en la que se hacían distinciones entre los ciudadanos propietarios de tierras y aquellos que pertenecían al proletariado, es decir, aquellos que no podían aportar más que su descendencia al estado.
Estos campos eran estaban bajo la administración de agentes imperiales, que monopolizaban la producción local a través de la burocracia. No obstante, la Edad Media trajo consigo un profundo cambio político social, haciendo del control de las parcelas a los dueños de tierras en la conocida sociedad feudal.
Durante este periodo, cada señor feudal tenía un latifundio bajo el control militar, ofreciendo hospedaje a cambio de protección, además de una parte de los alimentos que produjeran a sus trabajadores. La edad Moderna no erradicó esta práctica, pero la conquista de América consistió en repartir estas tierras para colonizar y hacerlas productivas.
Con el paso del tiempo, los esclavos que laboraban en fundos fueron sustituidos por los peones, aunque en un sistema similar al feudal y, posteriormente, por trabajadores libres, conforme la democracia ganaba terreno. Los latifundistas permanecieron intocables en la mayor parte de los cambios de sistemas.
Rasgos generales de los latifundio
Existen diversos criterios para definir a cierta extensión de tierra como un latifundio. No dependerá de la cantidad de hectáreas, sino más bien de la localidad y las prácticas de explotación agraria. No obstante, es importante resaltar que un latifundio puede ser controlado por una sola persona o una colectividad, incluso ser parte de un proyecto comunal.
Por ejemplo, en Europa un latifundio puede ser de apenas cientos de hectáreas. En cambio en Latinoamérica, esa cantidad de tierra no será considerada como tal. Allí, suelen ser mucho más grandes, hasta superar las 10.000 hectáreas de suelo. Su productividad será dispersa, a gran volumen, pero subestimando las capacidades máximas de la explotación agraria.
En un latifundio, la mano de obra labora en condiciones paupérrimas y tiene un bajo nivel de vida, que se suma a la poca capitalización de la producción y una baja competitividad en el mercado. Esto a la par de una casi inexistente inversión en tecnología para la siembra y recolección.
Causas del latifundio
La historia del latifundio resume sus motivaciones a la repartición de tierras acaparadas durante la conquista del continente americano. Sin duda, fue una práctica común que buscaba preservar las repúblicas independentistas posteriores, transmitiendo la propiedad de generación en generación, sin tomar en cuenta el incremento de los requerimientos alimenticios de la población.
El afán por acumular una mayor cantidad de suelos como indicio de una mejor posición económica ha impedido que el latifundio pueda convertirse en un sistema útil para la explotación de la producción, que devenga en riqueza social. Es por ello que la lucha de muchas sociedades se ha enfilado a combatirlo para evitar los monopolios.
A nivel socioeconómico
El latifundio es sinónimo de subdesarrollo para las naciones en las que se ha dado con mayor fuerza. Dado que debilita el sistema agrario nacional, su consecuencia más funesta es el empobrecimiento de los trabajadores campesinos.
De hecho, está vinculado al llamado “tercer mundo”, cuya característica principal es un menor desarrollo agrícola. Es común escuchar que se le haga frente con reformas agrarias, que empleen nuevos sistemas de propiedad de la tierra o modernizando los procesos agrícolas per se.
A nivel político
Es frecuente que la desigualdad en el manejo de la tierra plantee conflictos con disposiciones políticas, que busquen democratizar o socializar la producción agrícola, que ayude a construir los cimientos para una clase de campesinos con mayor poder adquisitivo.
Dado que se le considera perjudicial para la economía, muchos países han proscrito reglamentos que obligan a la importación de alimentos como único método para frenar el monopolio alimentario a nivel rural, la cual acabaría por tener poder político y económico sobre los gobiernos de turno.
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