El árbol de la haya predomina en Europa. Pertenece a la familia de las Fagáceas y es pariente de los robles y los castaños. Su nombre científico es Fagus sylvatica L. Lo más prominente es su altura, pues puede alcanzar hasta 40 metros. Está en los bosques de clima templado, principalmente en Francia, Polonia, Alemania, Italia, Ucrania y el Reino Unido, entre otros países.
Sobre sus utilidades en la antigüedad se han tejido diversas historias. Una de ellas, es que su madera estuvo vinculada a la aparición de la escritura en Europa. Infinidad de escritos arcaicos aparecieron plasmados en tablillas de haya. Incluso, se ha corrido la conjetura de que Gutenberg descubrió la imprenta por haber plasmado unas líneas en un trozo del madero de la haya, que luego envolvió en papel. Al día siguiente, se percató de que cada palabra que reposaba en la corteza se había grabado en la hoja.
Características de la haya
El tronco de la haya crece recto si es solitario, o en forma de columna si permanece agrupado. Las hojas son ovaladas y caducas, con el borde denticulado. Algunas muestran diminutos vellos y nervios. Se desarrollan de manera alterna, creando filas, y llegan a alcanzar entre 5 y 10 centímetros.
De la haya brotan flores tanto masculinas como femeninas. Las primeras tienen de 5 a 10 estambres y son colgantes. Las segundas nacen en pares y poseen pedúnculos erguíos de pequeñas dimensiones.
En cuanto a los frutos puede decirse que son parecidos a las castañas. Son triangulares y muestran un lindo color ocre antes del inicio del otoño.
Desarrollo y supervivencia de la haya
Uno de los árboles con progreso más lento es la haya, pero su particularidad es que puede vivir 300 años, aproximadamente.
Sus grandes requerimientos son la humedad atmosférica y la altitud. Precisa de entre 400 y 1900 metros para estabilizarse. Es amigable con el frío, pero no es tolerante con las heladas, las ventiscas muy fuertes y las temperaturas extremadamente cálidas.
Con los suelos no es muy exigente. Desde los ácidos hasta los calcáreos le sirven de apoyo y sustento a la haya. Lo que sí “reclama” para mantenerse en óptimas condiciones, es un buen drenaje y un aporte de agua constante. Solo las poblaciones viejas pueden tolerar las temporadas de sequía. Mientras estén en su apogeo, habrá que regarla concienzuda y abundantemente.
Algo que siempre “agradecerá” la haya es la polinización con químicos que le aporten cantidades suficientes de urea. Los fertilizantes con nitrógeno son excelentes alternativas para garantizarle este y otros componentes esenciales para su supervivencia.
La poda no es un requerimiento exhaustivo, pero puede hacerse cuando la planta esté en proceso de crecimiento para eliminar las hojas dañadas e ir dándole orientación a las ramas.
Como la haya es un árbol del que surgen cuantiosas raíces superficiales, es importante permanecer atentos a la formación de hierbas y pastos que, por lo general, liberan sustancias tóxicas que son perjudiciales para las especies que puedan estar a su alrededor.
Reproducción
La haya se reproduce muy fácilmente a través de las semillas, las cuales germinan perfectamente durante la primavera. Lo conveniente para que eso suceda, es que sea plantada en otoño o que se estratifique por 90 días, a una temperatura de 4ºC. De igual modo es indispensable, que esas simientes no se dejen secar.
Las técnica inglesa, la de hendidura o el enchapado pueden emplearse con toda seguridad y confianza para el injerto de clones seleccionados. Lo ideal es hacerlo sobre plantas de Fagus sylvatica derivadas de la propia semilla. Lo que no se recomienda es apelar a los esquejes porque no suelen funcionar para incentivar el avance de la haya.
Usos medicinales de la haya
A la haya se le atribuyen muchas bondades curativas. Por su contenido de flavonoides, taninos y minerales (potasio, calcio, fosforo, azufre y magnesio), ha sido empleada desde tiempos remotos para tratar la fiebre, infecciones, patologías bucales y malestares estomacales. Varias de sus partes son aprovechadas para estos fines. La corteza, por ejemplo, es procesada para la elaboración de astringentes que son empleados para el control de la diarrea. De allí mismo se obtienen unas infusiones que han servido para atacar la bronquitis, la gripe y el resfriado.
Con el hervido de las hojas de la haya también se hacen medicinas para las anginas y faringitis. Asimismo, hay preparados que sirven para las lesiones, heridas y alergias de la piel.
Otras utilidades
En épocas ancestrales, las semillas de la haya se secaban y se tostaban para convertirlas en harina que eran muy útiles en repostería. Esas mismas semillas se solían implementar para la alimentación de los cerdos, cabras y ovejos, por su elevado índice de grasa, hidratos de carbono y proteínas saludables.
La madera en sí fue la predecesora del hierro forjado, y era trabajada para fabricar partes de vagones. Al no ser muy resistente a la humedad, no es muy apreciada.
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