Similar, en su aspecto, a una margarita, la equinacea es un género de plantas de la familia de las Astaráceas. El género comprende nueve variedades reconocidas de equinacea y el nombre científico de una de las variedades más reconocidas es Echinacea purpurea. Estas plantas son originarias de Estados Unidos, aunque en la actualidad su cultivo se encuentra extendido a todo el mundo. La equinacea posee flores vistosas y agradables, por lo que es muy apreciada para ornamentar jardines, pero, además, se la considera una planta con excelentes propiedades medicinales. De allí el éxito que ha impulsado su extensión.
Principales características de la equinacea
Las 9 variedades de equinacea compartes características muy similares que describiremos a continuación.
Son plantas perennes, es decir que no pierden su follaje en determinadas estaciones del año. Pueden llegar a medir 1,2 metros de altura. Es común observarlas en jardines, pero la equinacea nace de forma espontánea en numerosas regiones.
Sus hojas son pecioladas, enteras y lanceoladas. Poseen un llamativo color verde oscuro y en ocasiones puede presentar espinas en su tallo.
Las flores son de una conformación similar a las margaritas. Con lígulas muy largas y con un disco floral grande y también, en ocasiones, espinado. Las lígulas pueden presentar diversos colores: blanco, rosa, rojo o púrpura y cada uno de ellos distingue a una variedad de equinacea. El fruto de esta planta es un tetraquenio anguloso.
Hábitat de la equinacea
Las 3 variedades más destacadas de estas plantas, cuyos nombres son la Echinacea angustifolia, la Echinacea pallida y la Echinacea purpúrea, crecen en la región occidental de los Estados Unidos. Allí, favorecida por los suelos arenosos, crece de manera natural en los herbazales.
Favorecida por la posibilidad de encontrar climas y suelos adecuados en diversas partes del mundo, el cultivo de la equinacea se ha extendido para su aprovechamiento como planta ornamental y su uso medicinal.
Propiedades medicinales de la equinacea
La equinacea se ha ganado el nombre de “antibiótico vegetal”. Sin embargo, sus propiedades no radican en su capacidad de matar las bacterias que afectan al organismo, por lo que no estamos en presencia de un verdadero antibiótico. La parte más utilizada de la planta, para su aplicación con fines medicinales, es su raíz. Aunque en algunos casos hay quienes hacen un aprovechamiento integral de toda la planta, ya que contiene equinacina, ácido caféico y ácido chicórico. Gracias a estos principios activos, esta planta colabora con la producción de glóbulos blancos, fortaleciendo el sistema inmunológico de las personas.
Además de reforzar el sistema defensivo de nuestro organismo, la equinacea posee otros efectos sumamente benéficos para nuestro organismo.
La equinacea cumple una importante función antiséptica, fortaleciendo la piel, de forma tal que evita el ingreso de virus, bacterias y hongos. También desarrolla acciones antiinflamatorias. Se la recomienda en aquellos pacientes que sufren de artritis crónica, ayudando a reducir hasta en un 22% las inflamaciones de las articulaciones. Además, no provoca efectos secundarios como la acidez, muy frecuente con el uso de antiinflamatorios.
Utilizada de forma externa, cumple un papel muy importante restaurando heridas abiertas. Se la recomienda en los tratamientos de úlceras y forúnculos. Su acción cicatrizante, restaura los tejidos lesionados.
La equinace ayuda a proteger el colágeno de la piel, que la protegen de la acción del oxígeno de y los radicales libres. Su función como antioxidante fue descubierta recientemente.
Estudios recientes, han permitido conocer que la equinacea posee un principio activo llamado arabinogalactano, que colabora en la destrucción de células tumorales. Sus beneficios como colaborador anticancerígeno aún se encuentran en fase de estudios.
¿Cómo cultivar equinacea?
Estas plantas no requieren mayores cuidados. Se comportan de manera excelente ante la luz directa del sol. Soportan las bajas temperaturas y crecen espléndidamente si cuentan con suelos bien drenados.
Antes de proceder al cultivo de la equinacea, se puede estratificar el suelo, preparando una mezcla de arena y turba, esto garantiza un buen drenado. Las semillas – que pueden adquirirse en comercios del ramo – deben colocarse en la tierra bien suelta y la profundidad de la siembra no debe superar el doble del diámetro e la semilla. Se puede proteger la siembra con alguna malla, hasta la germinación, para evitar que las semillas sean atacadas por las aves. A una temperatura promedio de 25°C, las semillas de equinacea florecerán dentro de los 15 días.
Si bien estas plantas soportan muy bien la falta de agua. Mantener la humedad del sustrato, colabora en rápido crecimiento y floración. Regar frecuentemente las plantas, evitando los encharcamientos.
Periódicamente, debemos mantener el área de las equinaceas libres de babosas y caracoles que constituyen la principal plaga. Liberar el terreno de hierbas también colabora con la salud de estas plantas. El exceso de agua puede provocar la pudrición de las raíces, permitiendo la proliferación de hongos que, finalmente, terminarán matando a la planta.
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