Algunas plantas deben su fama a la similitud que guardan con otros ejemplares, incluso si no pertenecen a la misma familia. Tal es el caso de la calibrachoa, que es conocida en el mundo de la jardinería por su semejanza con la petunia. Sus vívidos colores le permiten embellecer cualquier rincón del hogar, ya sea desde una maceta o plantada en el patio.
La calibrachoa es una mata perenne, de tamaño reducido, oriunda de América del Sur. Forma parte del grupo de las Solanaceae y comprende un total de 32 especies. La más conocida hasta la fecha es la Calibrachoa hybrida, obtenida por el cruce de algunas muestras de Brasil.
Este género siempreverde recibió su nombre en honor al botánico y entomólogo, Antonio de la Cal y Bracho, quien fue alumno de Vicente Cervantes. Se le atribuye la fundación del Real Jardín Botánico de la ciudad de México, en el año 1788.
Características generales de la calibrachoa
Se le suele confundir con la petunia rastrera, pero la calibrachoa no tiene nada que envidiarle en apariencia. No suele superar los 20 centímetros de alto, mientras que sus tallos lucen ramificados y tupidos. Aun cuando es una planta perenne, suele cultivarse anualmente en territorios con clima frío.
Las hojas de la calibrachoa son verdes, ovaladas y oscuras, que resultan un poco pegajosas al tacto. Es posible dilucidar el nervio central a simple vista y su desarrollo suele ser rápido. Este aspecto en particular, la hace adecuada para usar como planta colgante o como alfombrante, cubriendo el suelo por franjas o completamente.
Sin duda, las flores de la calibrachoa son su elemento más llamativo. Estas tienen forma de trompeta y puede acomodarse en dobles o en una sola flor. Naranjas, rojos, rosados o amarillos son tan solo algunos de los matices que ostentan, brotando desde la primavera hasta otoño. Esto implica que tendremos floración por nueve meses durante el año.
Cuidados de la calibrachoa
Esta planta tipo petunia cautiva por sus alegres colores. Algunos datos técnicos le ayudarán a conocer mejor este elemento natural y cubrir sus requerimientos:
- Localización: Es importante ubicar la mata en un sitio que la mantenga protegida tanto de la lluvia como de fuertes vientos, ya que estos elementos pueden dañar considerablemente su aspecto. No obstante, el sol directo favorece el crecimiento de sus flores, ayudando a intensificar sus tonalidades.
- Riego: Aunque el riego debe ser constante y abundante, sobre todo en el tiempo de crecimiento y floración, es esencial evitar que la tierra se vuelva lodosa. Si esta situación se mantiene mucho tiempo, las raíces pueden pudrirse y aparecer algunas enfermedades en la planta. Un buen drenaje garantizará un desarrollo exitoso. Tampoco conviene mojar las flores, lo ideal es utilizar riego localizado.
- Abono: Con respecto al abonado, es importante emplear productos ricos en hierro quelatado, debido a que la calibrachoa es nutricionalmente exigente, mucho más si se encuentra en terrenos alcalinos. Es posible aplicar el abono por riego o aspersión foliar.
- Temperaturas: Lo ideal para la calibrachoa es permanecer en un sitio que tenga hasta 24 ºC durante el día y unos 15 ºC por la noche. Estas variaciones ayudan a que la planta crezca mucho mejor, sobre todo a nivel de ramificaciones.
- Luz: Se recomienda que la calibrachoa reciba alta intensidad de luz, pues beneficia el alargamiento de entrenudos y la floración. Un fotoperiodo de 13 horas de luz será suficiente para lograr el cometido, incluso en días de poca exposición, para los cuales se puede usar la artificial. Recuerde retirar aquellos capullos que se han marchitado.
- Reproducción: Para multiplicar esta planta, se empleará su semilla colocada sobre bandejas calientes, específicamente durante el mes de marzo.
- Poda: Corte la punta de los tallos regularmente, sobre todo aquellos que parecen muy largos. Conforme la planta se mantenga más compacta, más flores aparecerán.
Principales enemigos
Las enfermedades radiculares son el principal riesgo de una planta calibrachoa. Aquellas expuestas a un exceso de agua serán susceptibles a la aparición de patógenos, siendo mucho más vulnerables cuando son jóvenes. Para aminorar la amenaza, conviene mantener aireado el sustrato, cuidando los niveles de fertilizantes.
Entre las diversas afecciones que puede padecer una calibrachoa destacan: el Oidio, la Rhizoctonia, la Phytophthora, la Thielaviopsis y el Pythium. Si de plagas hablamos, los insectos minadores son los más comunes. Asimismo, la mosca blanca, los pulgones y el trips.
Para detectar la presencia de animalitos minadores, preste atención y busque pequeños túneles en el interior de la hoja. Para verlos con mayor facilidad, coloque la hoja a contraluz. No los subestime, pues tienen la capacidad de entorpecer la fotosíntesis de la planta, además de otras necesidades específicas.
Si la plaga ha crecido demasiado, será el momento de eliminar algunas hojas y malas hierbas, que puedan contener larvas. Si el problema apenas empieza, el aceite de neem es un remedio apropiado. No debe esparcirlo sobre la hoja, sino rociarlo sobre ella, como si de un riego se tratara. Esta sustancia envenena al insecto, sin dañar a la planta.
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