Debido a que están preparados naturalmente para almacenar agua en su estructura de tallos robustos y espinosos, los cactus se han convertido en el ornamento predilecto para espacios exteriores e interiores. Requieren de muy poco cuidado y algunos poseen flores muy lindas y vistosas.
Esta especie pertenece a la familia de las Cactáceas. Es originaria de América Central, y data de hace 40 millones de años. El término cactus proviene del latín “Káktos”, que significa cactos, y fue usado desde la segunda mitad del siglo IV antes de Cristo, por el filósofo Teofrasto para nombrar a un espino que crecía en la isla de Sicilia.
La historia acerca de la llegada de los cactus a otros continentes es incierta. Se dice que fue por iniciativa y acción del hombre. Sin embargo, hay botánicos que sugieren que se reprodujo mediante semillas que viajaron en el tracto digestivo de aves migratorias, o de plantas adheridas a troncos que atravesaron los mares a la deriva.
Lo que sí es seguro, es que, además de poseer una belleza singular, contienen propiedades que han sido estudiadas para la prevención de enfermedades como el cáncer y la diabetes.
Características de los cactus
Para 1753, año en el que el sueco Carlos Linneo publicó su libro «Species Plantarum», se detallaron 22 especies de cactus descubiertas para entonces. Hoy día, son reconocidos 200 géneros de esta planta, con unas 2500 especies.
Los cactus y las Cactáceas en general, se componen de una areola de donde brotan espinas, flores, pelos y hojas. El tallo puede ser cilíndrico con crecida hacia arriba, globoso, con una zona esférica, o cladodio, con aspectos aplanado.
Las flores aunque no son muy duraderas, llaman mucho la atención por ser solitarias y hermafroditas, lo que les de la propiedad de poderse autopolinizar solas, porque poseen los órganos femeninos y masculinos en ellas.
Producen un pequeño fruto, de dos a cuatro centímetros, con 10 semillas que pueden emplearse para la reproducción, dependiendo de la variedad.
Principales tipos de cactus
Los más populares son los cactus del desierto, los cactus del bosque tropical, y las crasas o suculentas. Los primeros son capaces de soportar temperaturas extremas y sequías. Sus espinas, además de captar el agua del rocío, son una defensa infalible contra los rayos solares y anímales herbívoros. Provienen de América y África. Su cuerpo es redondo, y apto para llevar a cabo la fotosíntesis.
Los cactus del bosque tropical, mejor conocidos como cactus de Navidad por sus bellas flores, son plantas epifitas que crecen sobre los árboles de la selva y en los desechos de las hojas que se acumulan sobre las ramas. No toleran el exceso de calor, por lo que, a diferencia de los cactus del desierto, necesitan riegos frecuentes.
Las crasas o suculentas tienen una forma globosa y algunos se asemejan a los arbustos convencionales, pero con hojas más carnosas. Aunque no poseen espinas, también son capaces de almacenar agua por tiempos prolongados.
Si los diferenciamos por nombres específicos, podemos encontrar el cactus chumbera, del que brotan flores grandes amarillas, en época de verano. Tiene unos frutos comestibles y dulces, conocidos como higos chumbos.
El ágave azul o “pita” destila una sustancia que es empleada para producir tequila y el Cereus peruvianus se suele colocar cerca de las computadoras para disminuir las radiaciones electromagnéticas.
Cuidados de los cactus
A pesar de ser plantas resistentes, los cactus necesitan de cuidados especiales para que puedan nutrirse como lo hacen en su hábitat natural.
La frecuencia de irrigación dependerá de la estación y su capacidad para retener agua. Se recomienda mojarlos cada ocho días en verano y cada diez o 12 días en primavera, temporada en la que es común verlos brotar. En otoño se debe volver a bajar la frecuencia de riego, hasta suspenderla en invierno, siempre y cuando la temperatura baje a 0ºC. El agua destinada debe estar libre de cal o metales pesados, de lo contrario podría afectar su crecimiento.
Otro factor importante es la iluminación. La mayoría de los cactus deben ser expuestos a la luz, sin embargo, esto no quiere decir que todos tengan la capacidad de resistir los rayos directos del sol. Las especies provistas de espinas y pelos necesitan de plena luz, mientras que las que no cumplen con estas características, incluyendo las crasas, requieren de sombra.
Abono y trasplante
Los cactus soportan suelos pocos fértiles, pero lo ideal es plantarlos en tierras más nutridas que posean porosidad y mediana retención de la humedad, lo cual ayudará a que su crecimiento sea más vigoroso. Se puede optar por abonos naturales como humus líquido o estiércol de caballo, aunque existen preparados especialmente para ellos.
Si se nota que el crecimiento ha sido lento o que destila mal olor, es importante trasplantar a una maceta más grande, preferiblemente de barro. La mejor temporada para llevar a cabo este procedimiento es en la primavera. Luego de hacerlo, no se debe regar durante seis días.
Se le debe proteger de la araña roja, la cochinilla algodonosa y la putrefacción.
Beneficios y propiedades medicinales
Estudios han revelado que tanto las frutas como las infusiones de las flores de las diferentes especies de cactus se han empleado para tratar úlceras, alergias, fatigas y reumatismo, e incluso para aliviar las resacas ocasionadas por la ingesta de bebidas alcohólicas.
Otros análisis arrojaron que sus bondades medicinales sirven, igualmente, para mantener los niveles de colesterol, triglicéridos y combatir la obesidad. Es reconocido mundialmente como un agente vegetal para el control de los síntomas de la diabetes tipo 2. Y se descubrió que las flores secas del cactus pueden ser usadas para tratar el cáncer de próstata.
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