El apio es un vegetal muy particular, de color verde, con tallos estrilados que forman una penca gruesa con hojas acuñadas. Pertenece a la familia de las Apiáceas o Umbelíferas. Su nombre científico es Apium graveolens, y tiene su origen en la zona mediterránea.
Si bien es cierto que la planta suele tener un sabor muy fuerte y agrio, el blanqueo de los tallos del apio lo hace más agradable al paladar, ya que adquiere un sabor más dulce y un rico aroma, que lo convierte en un ingrediente ideal para sopas y ensaladas.
Variedades y características del apio
Existen alrededor de 15 variedades botánicas de la planta, pero el apio en sí se presenta en una escasa diversidad: el apio común (Apium graveolens), con una raíz grande y bulbosa de color verde, y el apionabo (conocido también como rábano o apionabo), que se planta para aprovechar sus hojas y su penca. La raíz de este último, es comúnmente esférica y gruesa, con una dimensión promedio de 10 a 20 centímetros. Externamente es marrón y su carne es dura y compacta, de color blanco amarillento. Es dulce y perfumado.
La parte inferior del apionabo cuenta con raíces secundarias, que son retiradas para ser vendidas. Sus hojas son más pequeñas que las del apio común. Sin embargo, son igualmente pinnadas y tiesas.
Hay una diversidad de apionabo, especialmente en el continente de Europa. Muy conocidos son el Bola de nieve, Prinz, Gigante de Praga, Diamant, Gigante Gennevilliers, De Reuil, Ibis, Liso grueso de Paris, Gigante de Dinamarca, Rodeo, Kojak y Naxos.
Del apio verde destacan el D´Elne, Pascal, Repager R., Florida y Utah, entre otras.
Sobre el tamaño del apio
Entre 30 y 60 centímetros es el tamaño alcanzado por las pencas tras su crecimiento total, pero generalmente las que se escogen para la distribución van de 25 a 30 centímetros. La diferencia de las dimensiones, obedece a que cada azote pierde un 30% de su peso inicial al ser sometido al proceso de corte, limpieza, lavado, escurrimiento y empacado. A pesar de que en la recolección se pueden obtener piezas de 400 a 900 gramos, el peso conveniente de de 460 a 700 gramos.
Cultivo en dos etapas
Existen dos períodos de siembra del apio: invierno y primavera. Gracias a ello suele encontrarse disponible para su compra en los abastos y mercados, casi todo el año, aunque con mayor presencia en las temporadas de otoño e invierno.
La mejor época para plantarlo es al inicio de la primavera, en almácigos o huertos ecológicos. Se cosecha en cinco meses.
Al sembrarse, debe tener una profundidad mínima de 30 centímetros y se sugiere mantener una distancia promedio entre una planta y otra de 30 centímetros, y de 38 centímetros entre líneas de plantación.
El apio necesita de un suelo profundo, húmedo y fértil. Sin embargo, se debe tomar en cuenta que el exceso de agua no es lo más ideal para la planta. Se debe evitar la formación de charcos en la tierra donde se va a sembrar para que no se pudran sus raíces.
Lo aconsejable es incorporar estiércol o compost maduro, en el sitio de plantación. El apio tiene la capacidad de soportar suelos ligeramente ácidos, por lo tanto, no se requiere colocar cal.
En cajas y con compost
Para la germinación, se debe llenar una caja con compost y empaparla de agua. Encima de él se colocan las semillas, las cuales deben estar esparcidas con una ligera intensidad. Sobre las semillas se agrega otra capa delgada de compost.
Los cajones se tienen que guardar en interior, a una temperatura máxima de 16 ºC, tapados con un papel de periódico o vidrio.
Es de vital importancia que el compost se encuentre en todo momento húmedo. Lo mejor es regarlo con un rociador.
En el momento que aparezcan las primeras hojas, se deben sacar las plantitas del cajón, y trasladarlas a otro lleno de compost, para proveerles de mayor espacio, con unos 5 centímetros de distancia entre una y otra.
Los cajones deben estar algunas horas fuera del invernadero o de la casa, para que la planta se vaya endureciendo gracias al aire. Las plantas pequeñas siempre deben estar bien húmedas.
Es fundamental saber también, que el sol no es muy aconsejable para el apio. Se debe escoger un área en la que no permanezca en contacto directo con los rayos solares todo el tiempo, pero sí con el resplandor de éstos para que crezca apropiadamente y se nutra.
Aunque el apio puede tolerar a la perfección los espacios con abundante sombra, la iluminación hará que se desarrolle más rápidamente, con un color intenso.
Al pasar el invierno, se puede trasladar el apio al exterior. Se coloca en zanjas separadas por 30 centímetros entre una y otra. Lo primordial es evitar que se seque completamente su tierra.
El apio está propenso a sufrir varias enfermedades que pueden afectar su apariencia y sabor. La septoria apícola lo ataca fuertemente, y se caracteriza por el surgimiento de manchas amarillas en sus hojas, las cuales terminan muriendo por acción de este agente. Igualmente, puede ser perjudicado por hongos como el foma de cuello y la esclerotinia.
Beneficios, propiedades y conservación del apio
El apio proporciona vitaminas, fibra dietética y minerales. Además, es considerado un excelente diurético, por su gran cantidad de agua. También posee aceites esenciales en las hojas, que aportan apiol, limoneno y psoralenos. Tiene sodio, potasio, calcio, magnesio y zinc que favorecen la actividad muscular y el impulso nervioso.
A la hora de adquirirlo, se debe seleccionar aquel que luzca brillante, con peciolos gruesos, compactos, firmes, crujientes y de color verde claro. Sus hojas han de ser verdes y frescas, y deben estar exentas de manchas, puntos secos, y ramos blancos.
Para que se conserve por más tiempo, se puede sumergir su tallo en agua o envolver en papel húmedo, para luego guardarlo en el refrigerador. También se puede congelar, pero antes de hacerlo, se debe escaldar durante tres minutos.
Se puede consumir al natural o conservado en agua y sal o vinagre, y hasta deshidratado.
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