Es exótica y llamativa, ideal para lucir en áreas de grandes extensiones. Se llama Alocasia, pero su nombre común es Oreja de Elefante, pues la forma de sus hojas es bastante similar a la oreja de este animal. Cuando crece, puede convertirse en la reina del lugar. Es grande, esplendorosa, con unas hojas que casi alcanzan los dos metros de largo y un tronco que se levanta erguido para “presumir” de su fuerza y de su intensa tonalidad verdosa que “abraza” toda la planta.
Alocasia, Colocasia, Marquesa, Alcolcaz, Manto de Santa María, Ñame de Canarias, Taro de jardín… Muchos nombres se le han dado, pero independientemente de ello, su imagen y su origen siguen siendo los mismos. Sin duda, es una digna representante de la familia de las Aráceas. Proviene de las zonas tropicales del sudeste de África, donde se ha ganado un sitial de honor por la belleza de sus hojas que, para algunos, simulan un corazón.
En su máximo desarrollo, la Alocasia puede medir hasta cinco metros, por lo que debe procurar mantenerse en espacios abiertos. Suele ser verde en su totalidad, pero se han encontrado especímenes de color cobrizo y morado, con nervaduras que destacan a simple a vista. No siempre florece, pero cuando lo hace, muestra unas brácteas o espátulas que impactan por su vistoso tono amarillo.
El mejor hábitat para la Alocasia
La Alocasia “aprecia” los sitios húmedos, pero sucumbe ante el frió. Sus hojas tienden a caer en invierno, pero retoñan en primavera. Los rayos directos del sol no son buenos para ella, de hecho los rechaza reflejando manchas, decoloración y pequeños orificios en sus hojas, por lo que debe conservarse en la sombra, con un poco de iluminación.
Para garantizar su sano crecimiento, es conveniente trasplantarla cada dos o tres años, al concluir el invierno. Lo ideal es elegir una maceta con mayores dimensiones que la anterior para que pueda hallar el especio que requiere para seguir expandiendo sus robustos tallos. El suelo también puede ser una buena opción para ella, siempre y cuando se le garantice una turba de calidad y algo de arena que facilite el drenaje, no querrá que el exceso de agua termine por marchitarla.
¿Cómo reproducir una Alocasia?
Multiplicar una Alocasia es sencillo. Solamente se debe extraer un hijuelo y sembrarlo en una vasija hasta que adquiera la consistencia y las raíces suficientes para sostenerse. También se puede hacer por separación de rizomas, pero este procedimiento debe llevarse a cabo durante la primavera, que es cuando mejores condiciones tendrá. Para ello, hay que dividirlos en porciones o despegar los que se encuentren más cerca del principal, pero siempre asegurándose de que tengan al menos dos yemas.
Con fungicidas en polvo a base de azufre, se debe secar el corte durante dos días, para luego sembrar en un recipiente con turba, a una profundidad que no exceda los tres centímetros. Para que se “pegue”, se deberá mantener en una temperatura de 24º, alejada del sol. Hasta que aparezca la cuarta hoja, se debe humedecer el sustrato y, después, se podrá trasladar a una maceta mucho más grande para darle más amplitud.
Cuidados de la Alocasia
El drenaje es fundamental para el crecimiento saludable de la Alocasia, especialmente si se piensa conservar en macetas. En días de calor, se debe pulverizar constantemente con agua para que permanezca húmeda, más no ahogada. En su proceso de evolución, es vital proporcionarle un abono líquido que le aporte nutrientes y vitaminas, principalmente a sus raíces. Una buena poda en invierno, al ras del suelo, también le caerá muy bien.
Una de las ventajas de la Alocasia, es que soporta muy bien las plagas y las enfermedades. No obstante, es fundamental tomar previsiones para evitar daños que interfieran en su desarrollo o en su apariencia. Hay quienes dicen que se puede comer, pero mal preparada puede resultar tóxica y peligrosa. Además, la savia que desprende su tallo, puede causar severas irritaciones, así que es mejor no arriesgarse.
En el interior
Como la Alocasia no es tolerante al calor, puede pensarse la posibilidad de tenerla dentro de la casa, lo cual servirá también para brindarle un ambiente acogedor a la estancia. En ese caso, se debe considerar la idea de seleccionar una maceta con depósito de agua para que ella pueda absorberla cuando lo necesite. Los invernaderos, las salas de estar, los corredores techados y los pasillos que den hacia la ventana, pueden ser buenos sitios para ubicarla, siempre con dirección al sur para que reciba algo de luz solar. Si al paso de un tiempo se prefiere pasarla al exterior, se debe hacer de forma gradual. Las primeras dos semanas hay que sacarla solo por un rato, para que así se acostumbre a su nuevo ambiente. Estando afuera, se debe regar una vez al día y fertilizar una vez cada tres semanas.
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